Hacer zapping en la radio es uno de los actos más comunes del ser humano asentado. Anteayer, siguiendo esta costumbre, escuché una palabra disonante en una emisora, "el mal".. miré bien qué canal tenía y no, no era radio María. No sé qué frecuencia era, ni me importa. Me importa comentarlo.
El locutor, o más bien el entrevistado, empezó hablando de "fuerzas del mal" y "fuerzas del bien" presentes en la vida de cada uno. Veía en las fuerzas del mal a los demonios, quienes se aprovechan del hombre débil para utilizarlo e incitarle al mal. En las fuerzas del bien había ángeles, presentes siempre en el mundo pero incapaces de actuar por el hombre si el hombre no requería su ayuda.
Mi curiosidad no me dejaba tranquilo, quise escucharlo todo. ¿Hasta dónde llegaría la exposición? luego empezaron a entrar las energías. Las fuerzas del mal eran "energías negativas estiradas desde los demonios", las positivas lo inverso. "Lo importante es ser una persona equilibrada", "así se evita el estado de debilidad". Para ello "hay que meditar, orar" y otra cosa que no recuerdo.
Lo que me llama la atención de esto no es que se crea en ángeles o en demonios, yo también creo que existen, incluso que están presentes en nuestro mundo, no me sorprende el hecho de que éstos actúen en la vida del hombre, no. Lo que me llama la atención es que toda esa teoría no se pregunte nada a sí misma. No se pregunte cual es la finalidad de esos demonios que intentan llevar al hombre al mal, a la angustia. ¿A santo de qué les interesa el hombre? y por el contrario los ángeles ¿porqué otorgan "estados de gracia"?
Me da la sensación de que es un mundo estancado en el mundo. Desde el que no importa mencionar a Dios, ni siquiera es necesario cuestionarlo, porque todo se explica desde su propio pié, y esa explicación tranquiliza, acalla. Un mundo que asume parte de lo que ha descubierto desde la Iglesia, pero que se aleja de ella a toda costa. La disfraza y la diluye en su día a día. Al final lo que queda son equilibrios, ángeles y energías negativas. Queda un mar vacío, un universo descompuesto en conocimientos realmente desconocidos, o más bien un pequeño hombre que se cree grande.
A veces la verdad está tan cerca que al asomarnos y buscar en ella perdemos nuestro propio protagonismo, eso, por supuesto, no nos interesa.