Para evitar divagaciones involuntarias, voy a divagar adrede. Creo que hay una manera de ver esta Gran Historia reducida a 24 horas, o mejor, a 16. Una historia que empieza al abrir los ojos y que al cerrarlos ha dado un paso de gigante. Hablo del día a día. Hay muchas maneras de ver la historia universal, se puede ver como cadena de sucesos, como conjunto de azares, como acciones y consecuencias o como un mundo que se conoce a sí mismo. Ocurre lo mismo en el día concreto. Puedo vivirlo de manera pasiva, enfrentándome a lo que me viene de la mejor manera o bien puedo lanzarme al vacío, con los ojos abiertos y la boca cerrada. Verlo como La Gran Historia que empieza y que continúa en mi. Darme cuenta que soy el gran protagonista de un fragmento insignificante de la Gran Historia.
Los protagonistas siempre tienen sus privilegios. En los libros suelen ser los únicos con derecho a estar cansados, a enfadarse, a tener pesadillas o bien a disfrutar de una golosina. Todos los protagonistas tienen una identidad única, perfilada, nunca son uno más. De ahí que me atreva a decir que esta Gran Historia, por muy inmensa que sea, no sabe reducir a ninguno de sus protagonistas a un pequeño y desconocido actor secundario. De ahí que sea "La Gran Historia" y no "mi propia historia". No soy protagonista porque yo destaque en ella, soy protagonista porque esta historia es para mí. Somos protagonistas porque sin nosotros, La Gran Historia, no tendría ningún motivo para ser Historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario