Si existe la canción perfecta, una que fascine a cualquier crítico o a cualquier pasota, una que hasta quién no puede oírla quede hipnotizado, esa canción debe ser la que cantó Aslan en el libro de C.S Lewis de Las crónicas de Narnia en el tomo de El sobrino del mago.
En este pequeño libro Lewis cuenta el inicio de su pequeño universo. Cuenta como el gran león empieza a cantar y desde él todos los planetas, las estrellas, los elementos, los animales, todo... Aparece. Esta canción no debe ser una simple canción, o por lo menos lo que entendemos por canción. Creo más bien que se trata del arte perfecto, aquel en el que no hay nada por azar, hasta un punto de concreción tal que se vuelve incomprensible, "azaroso". Una canción que es vida. Es el león mismo expresándose a sí mismo, una canción perfecta.
Es una canción de amor. Nos muestra el amor real, sin maquillajes ni superficialidades. Del amor rebosante desde el que fluye la vida. Amor sin azúcares añadidos ni ácidos decolorantes, amor que carece de egoísmos o de segundas intenciones.
Lewis vio su pequeño mundo como el resultado de esa "canción". Yo quiero llevar esa metáfora a mi mundo y descubrir así lo que creo que es mi primer paso hacia la conquista de La Gran Historia. Los ecos de la creación todavía resuenan en la belleza de la naturaleza (toda ella). Lo diré de otra manera, hay orden en el khaos. La Gran Historia por tanto no puede ser algo terrible ni dramático en sí, debe ser algo esperado desde el principio, algo que todavía está en proceso y sobre lo que no se ha escrito el final. Me parece que se forja mientras vivimos y que nos corresponde a nosotros cumplir nuestra parte, cada uno la suya. Puede que sea una canción, en la que nuestras voces que desafinan preparen la escena para el acorde perfecto, que sean la tensión que da la señal del reposo. O quién sabe, a lo mejor si nos escuchamos desde la Gran Historia todo tiene sentido.
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