jueves, 21 de enero de 2016

Eres precioso



La palabra precioso a simple vista no encaja en ningún sitio. No estamos acostumbrados a valorar algo sin compararlo con otra cosa. Esta palabra la hemos relegado a terminología general "materiales preciosos" y poco más, a veces se la dedicamos a algún paisaje, a una casa, a un cuadro... 

Hay quien tilda de cursi a todo aquel que emplea palabras alagadoras, muchas veces acierta. Pero hay que considerar también que la cursilería desaparece cuando la dosis de realidad es adecuada. Cuando con la palabra empleada se está expresando aquello que la realidad merece o dice de sí misma.

 Por esto decir aquí, "eres precioso" no es violentarte, ni es intimidarte. Es ser sincero, desde la honestidad. No eres precioso porque seas una gran persona o porque bajes la basura cada día o te acuerdes de tirar de la cadena. Lo que te hace precioso no es nada de eso. Tu precio no viene del compararte con otras personas. Eres precioso porque formas parte de tu propia historia y de La Gran Historia. Eres precioso porque todos tus agobios, sufrimientos, catástrofes, logros o anécdotas son las herramientas que pueden edificar la mejor de las historias, la vida. Esta no tiene porqué ser entusiasta o monótona. La Gran Historia me enseña esto, eres precioso porque eres Tú. Y solo seguirás el proyecto de la Gran Historia cuando entres en lo más profundo de ti, te olvides de quién quieres aparentar, y de verdad seas quien eres.

lunes, 11 de enero de 2016

Enfocando la mirada



Participar de una historia es muy diferente a vivir una historia. Cada una de las personas que hemos puesto nuestros pies en esta tierra tan variopinta somos una historia tan vital que es insustituible. Vivir no es cualquier cosa, en realidad es algo que no tiene precio. Me ha costado mucho descubrir esto, hay demasiadas vidas con traumas e infecciones, demasiados pesares sobre los que llorar y demasiados interrogantes abiertos. Es difícil descubrir que lo que hay son miradas desenfocadas, y elefantes contenidos con una simple estaca de madera. Nos atamos a necesidades que no lo son, nos encerramos en nosotros mismos y nos creamos el miedo a la oscuridad, intentamos abrir alguna ventana y su luz duele tanto que gritamos de rabia. Somos pequeñas cárceles esclavas de la propia monotonía, de la propia mirada empañada.

Y es que en la vida ningún escalón es un muro. Cada persona se puede enfrentar a las situaciones que se le presentan, porque es ahí donde encuentra lo esencial, donde caen todas las máscaras. Es como si estuviésemos protegidos por barandillas, somos libres porque siempre tenemos la posibilidad de escoger la opción más humana, más limpia. Esto es lo que nos sumerge en La Gran Historia, poder encarrilarla hacia su máxima perfección a partir de nuestra delicadeza, de nuestra constancia y de nuestras ganas de mejorar el mundo.

La manera de hacer esto puede ser simplemente vivir lo cotidiano. Vivirlo, no arrastrarlo. Solo así se puede entender lo extraordinario, porque lo extraordinario no es solo lo que está fuera de la rutina. Sino también lo que muestra la rutina desde un sentido nuevo, completo. 

Desde esta mirada todas las cosas se hacen nuevas. Los actos tienen un nuevo punto de vista, como mirados desde encima de una mesa, un sentido ya no solo desde la propia historia, sino también y sobretodo desde La Gran Historia.