Cerramos los ojos cuando no entendemos algo, no queremos vernos minúsculos, preferimos decir "no estaba mirando" El orgullo nos ciega y no sabemos reaccionar a favor de la situación. Nos enfadamos por tonterías y nos embarcamos en viajes sin retorno, viajes de mareas y tempestades, sin ruta ni rumbo. Viajes que en realidad son pérdidas de tiempo.
Qué claro está todo en la oscuridad. Sabes que no ves, estás cómodo, porque te dices "ver no depende de mi" te asientas y no necesitas moverte. En cambio en un lugar con luz, donde todas las aberraciones se hacen visibles tendemos a mirar hacia otro lado. Ante la pesadez de la injusticia participamos de ella riéndonos, o callándonos, mirando nuestro "bien" nos hacemos mucho daño. Hay un refrán que dice "no hay peor ciego que el que no quiere ver" yo diría otro, no es un refrán "no es más ciego el ciego por cerrar los ojos"
Creo que para vivir plenamente nuestra historia necesitamos conocerla y participar de ella, la miseria no tiene el poder de convertirnos en miseria, aunque a veces lo pensemos. alguna vez ocurre que desde la expresión "yo podría hacer algo" hay gente que lo hace. Esta acción irrumpe en el mundo como la luz en una bombilla. Todo lo que estaba apagado de pronto se puede ver, los mosquitos intentarán tapar la luz pero esa luz no es manipulable. Se ha encendido desde una respuesta a una llamada que es más grande que el problema, una llamada a la justicia, a la caridad, al perdón, al amor. Esa respuesta depende de tí y de mi, de aquello que estamos dispuestos a dar cada uno por los demás, por nuestro mundo y por Dios, el bien supremo. Es una respuesta nuestra, tuya y mía, pero no es una acción masoquista ¡ni mucho menos!
Una vez encendida la luz la habitación tiende a ordenarse. Descubriremos que todo lo que hagamos será poca cosa, que no estamos consiguiendo nada, pero no es verdad, no nos dejemos atrapar por los mosquitos. El primer fruto es nuestra propia luz.